Hay ciertas cosas que no tienen ningún significado; ninguna importancia para nadie más que para uno mismo.
Son esas cosas que atesoramos en el tiempo, que le buscamos un lugar especial para cuidarlas y para sentirlas presentes; siempre cuando lo necesitemos.
De vez en cuando las desempolvamos, las volvemos a acomodar y suspiramos.
Viajamos con ellas a un tiempo pasado, a un momento determinado, a un ser especial.
Evocamos el momento cuando las obtuvimos por primera vez, trasladamos nuestra emoción y ese tiempo.
Casi siempre de una u otra manera estarán relacionadas con una persona querida o con ese momento nuestro vivido.
Lucharemos en más de una oportunidad, para que se nos respete su sitial y hasta nos enfadaremos en serio cuando alguno ose intentar siquiera pensar en su desecho.
Son esas cosas insignificantes a los ojos de los otros; esos tesoros invaluables para nuestra memoria y nuestro corazón.
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