Finalizo tres geniales años de taller.
Geniales porque comenzó de una idea que me propusieron sin yo imaginarlo y que acepté.
A la primera convocatoria llegaron tres pequeños y en este tiempo se fueron sumando muchos más, algunos que fueron acompañándome hasta el final y otros que se despidieron antes.
Durante estos tres años me he preguntado varias veces si he sido buena como "profe" en el taller. Y es que me cuesta horrores poner límites entre los chicos y muchas de las cosas que suceden me afectan personalmente.
Me he divertido, emocionado y enojado también, en este tiempo.
Gracias a mis alumnos he conocido realidades distintas de esta Ciudad que hoy habito, y principalmente me he podido conectar con niños y jóvenes, conocer una parte de sus sueños, de sus realidades y hasta de sus tristezas.
Vivimos en un lugar donde la desigualdad en todos los aspectos, es casi asumida con naturalidad. Por ello, en el orden de prioridades la educación y la lectura; este último, tema que me compete, en muchos de los casos ni siquiera figura.
Hoy pienso, ya con mi corazón y mi razón mezclados; que todo taller artístico-cultural es siempre un aporte para la comunidad, porque no solamente nos entretienen, también nos amplían la mirada y nos contienen. Y que una sociedad consciente de eso, es también una sociedad más madura, más justa y más grande.
Hay una necesidad constante de ofrecer más diversidad a los niños y jóvenes. Y una necesidad de empatizar con realidades distintas a la del propio "profesor" y distintas a la de los alumnos; algo así como un ir y venir de conocimientos y realidades. Y no lo digo sólo como antropóloga, lo digo como privilegiada que he sido con esta experiencia de dictar el taller.
Con todo, igualmente, siento que este ciclo ya termina. Al menos planteado como hasta ahora, dictado en donde ha sido dictado y en las condiciones que debimos llevarlo a cabo; que por lo demás, ahora con perspectiva, creo, fue un desafío que puso a prueba mi compromiso con lo que estaba haciendo.
La vida es un constante ir y venir de oportunidades, de tomar y dejar cosas. De amar, de ilusionarse y de parar.
Casi a la par con el inicio de mi taller de Kamishibai, comencé este Blog, y el sueño de compartir lo que estaba haciendo con más gente y de fusionar el trabajo social con el arte.
Me siento agradecida. Me vuelve arenita dispersa la despedida.