Las manos no nos pueden engañar. Y nosotros tampoco podemos engañarlas.
En algunos mundos se suelen humectar y embeber en nutrientes día y noche. Y en otros mundos sólo saben de sol quemante, de tierra, de frío, de heridas y pesos que cargar.
Hay algunas manos que tienen el privilegio de ser adornadas y otras manos que sólo gozan del agua por la mañana al despertar.
Y aunque todas; sin distinción sean valiosas y bellas; hay un tipo de manos en las que siempre me detengo; esas que me conmueven, las que me cuentan historias. Las de surcos. Las de marcas.