Compartían el mismo huerto.
Generalmente cuando el viento soplaba de norte a sur, ella lograba verle en parte, mientras se balanceaban las ramas de su árbol. Él en cambio, curioso, mientras a penas la brisa golpeteaba los copos altos, gustaba buscarla sin que ella lo notara.
Solían ambos, despedir a los demás que partían. Algunos lo hacían por la mañana, cuando el sol apenas comenzaba a alumbrar, mientras que otros preferían el mediodía, ya con tierra tibia que pisar o la medianoche; cuando la fuerza del viento en el lugar no precisaba prudencia.
Cuando ella partió, él la miró y enmudeció. El sol le pareció grosero y del verde intenso fue volviéndose amarillento con ribetes marrones tristes. El cielo ya era innecesario y entonces agarrarse a la altura un sin sentido.
Por eso, cuando el viento del norte apareció con fuerza y golpeteó sus bordes, él, pensando en ella; se soltó.
Qué delicada eres y qué fuerza tienes. Me encantó.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias! Beso!
EliminarY ya nada le retornará su blancura de antaño.
ResponderEliminarBesos.
Muchas veces nada es como antes...besos!
Eliminarhermoso
ResponderEliminarque tengas un lindo domingo :)
Gracias! Linda semana para ti :)
EliminarBonita historia e imagen
ResponderEliminarGracias Elena! beso!
EliminarUn destino, que un tercero rompio.
ResponderEliminarSaludos.
Saludos Ivan! :)
Eliminar