Siempre levantaré las hojas amuñadas que tire la noche anterior cuando por impulso y desasosiego escribía.
Me sacudiré el cabello cuando las amapolas que según dejaste en mi, me sobre inunden de aroma dulce, volviéndome empalagosa y asqueante.
Soportaré el frío de las mañanas que conservo en mi memoria, porque soy de sangre fuerte como mis antepasados, según me lo contaba mi abuela sentada frente al brazero atizando las brazas rojas que se consumían lento.
Mi corazón palpitará con fuerza cada vez que me griten por mi nombre que no es mi nombre, pero que ya comprendo cada vez que lo escucho.
Sonreiré cuando aparezca la sola sospecha de una figura amigable, que me quiera tomar de la mano y caminar conmigo.
Beberé conmigo, contigo, con ellos; sólo si mirándome a los ojos me prometen que existirá siempre un siempre, mejor que el que a veces se avizora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario