"Verde amarillento"

Creías porque pensabas que era mejor hacerlo; como un amuleto de la buena suerte. Cuando salías y cerrabas la puerta, volvías tres veces y le dabas vuelta a la manilla; como queriendo esperar que estuviera abierta para volverla a cerrar. Anochecía y religiosamente esperabas a la primera estrella fugaz para pedirle en silencio ese deseo tan anhelado. Te cepillabas cinco veces a la derecha y cinco a la izquierda para luego enjuagarte tres veces haciendo gárgaras mientras duraba el tarareo de alguna canción que se te venía a la mente.  En ayuna bebías los tres vasos de agua fresca, endulzabas con miel de abeja los frutos recolectados en alguna granja de ensueño que te mostraban en el envase y acomodabas en el bolso combinado con el par de zapatos del día; la agenda, el monedero, los anteojos de lectura y  los tres lápices: azul, negro y rojo. Por suerte habías renunciado al celular y a la cuenta de facebook; argumentabas que no eras de las personas que se esclavizaban ni con el sistema,  ni con los objetos o ideas nacientes.